PISAR EL FRÉJOL

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De conversaciones apasionadas

Roque Iturralde – Para Edupasión

Solemos reunirnos con regularidad y entusiasmo a discutir y a soñar sobre la posibilidad de construir una nueva utopía para la educación en nuestro país.

Somos algo más de treinta personas entre asistentes fijos y temporales, que hemos acordado destinar un tiempo importante a diseñar un modelo de educación innovador, que supere la intención de mejorar las actuales condiciones del sistema y se plantee una reinvención radical de nuestra educación. Partimos de un cierto desencanto compartido: haber creído que la educación sería capaz de transformar el mundo y haber comprobado que, lejos de cambiar, ese mundo se deteriora cada vez más sin aparente solución a la vista. Entonces creemos que hay que cambiar radicalmente la educación para que cumpla su función de construir un mundo distinto. Nos llamamos a nosotros mismos Eduapasionados y a nuestras reuniones les llamamos Rondas.

Procuramos charlar sobre los temas relacionados con la educación, de modo descomplicado a la vez que apasionadamente. Evitamos repetir discursos sobre los tópicos recurrentes y procuramos hacer aportes desde ángulos tan diversos como diversos somos los miembros del grupo. Compartimos documentos, nos enviamos opiniones, referencias, muestras de otros lados, de otros mundos. Vivimos esperando nuestra reunión para volver a estrecharnos primero en un abrazo afectuoso y luego en una conversación intensa, respetuosa, constructiva. Hablamos, en nuestro reciente encuentro, de la docencia. Del rol de maestros y profesores. De su delicada función, de su vocación, sus frustraciones, sus aciertos y desaciertos. Bastante hablamos.

Entre los miembros del grupo uno añoso y sabio. Mucho obtenemos de él y de su generosa sabiduría. Se llama Leonardo; Ñato le decimos.

La mamá del Ñato se quedó sin leche cuando él nació́. Y, como era gente vinculada al campo, creció́ atetado por una mujer indígena, campesina ella, su “madre de leche” la reconoce el Ñato. Y creció́ compartiendo con ella y con sus niños la vida y las tareas agrícolas de nuestros Andes, añosos y sabios también nuestros Andes. Y aprendió́, él nos lo cuenta, que una vez que se siembra el maíz, o se siembra el fréjol, no hay que caminar por las eras, no hay que pisar el suelo recientemente sembrado.

Era muy niño y simplemente asumió́ que eso era así́, que no había que pisar los wachos en gestación. Muchos años después, mientras estudiaba en las universidades europeas, en una de esas paradas a conocer otras culturas, visitó un viñedo y sus instalaciones. Se encontró́ con una instrucción cortés, pero terminante; favor no pisar las uvas en las tinajas, el vino puede dañarse.

Entonces entendió́ por qué no debía pisarse el fréjol, ni el maíz, ni el vino; porque no debemos meternos con la vida que nace y está creciendo.

Eso nos contó el Ñato en la última ronda.

NOTA:  Los contenidos expresados en este texto responden al criterio de sus autores y no necesariamente representan la opinión oficial de EDUPASIÓN ni de sus promotores.